28.7.11

No te metas en mi vida

no te metas
Recordaba una ocasión en que escuché a un joven gritarle a su Padre: ¡No te metas en mi vida!
Ésta frase caló hondamente en mí, y me imaginaba yo siendo aquel padre, y le respondía a mi hijo: ¡Hijo, yo no me meto en tu vida, tú te has metido en la mía!
Hace 17 años, llegaste a nuestras vidas, ocupaste todo nuestro tiempo. Durante casi tres meses, mamá se sentía mal, no podía comer, todo lo que comía lo devolvía, y tenía que guardar reposo. Los últimos meses, antes de que llegaras a casa, mamá no dormía y no me dejaba dormir. Yo tenia que despertar temprano para ir a trabajar sin embargo, me tenia que esforzarme por ser paciente y ayudar a mamá a que se sintiera mejor para que tu estuvieras bien.
Los gastos aumentaron tanto que gran parte de lo nuestro se gastaba en ti. En un buen médico que atendiera a mamá y la ayudara a llevar un embarazo saludable, en medicamentos, en la maternidad, en comprarte todo un guardarropa, mamá no veía algo de bebé, que no lo quisiera para ti, una cuna, un moisés, una carriola, todo… todo lo que se pudiera con tal de que tú estuvieras y tuvieras lo mejor posible.
¿No te metas en mi vida?
Todas la enfermedades te dieron, y nosotros tuvimos que suspender muchas de nuestras salidas, mamá ya estaba muy bien arreglada para ir a una reunión, yo estaba a punto de pasar por ella y me llamaba. Cambio de planes el niño tiene temperatura, no podremos ir.
¿No te metas en mi vida?
Empezaste a caminar, yo no sé cuando he tenido que estar más detrás de ti, si cuando empezaste a caminar o cuando creíste que ya sabías. Ya no podía sentarme tranquilo a leer el periódico o a ver el partido de mi equipo favorito, te perdías de mi vista y tenía que salir tras de ti para evitar que te lastimaras.
¿No te metas en mi vida?
Todavía recuerdo el primer día de clases, cuando tuve que llamar al trabajo y decir que no podría ir, ya que tú en la puerta del Colegio no querías soltarme y entrar, llorabas y me pedías que no me fuera, tuve que entrar contigo a la escuela, que pedirle a la maestra que me dejara estar a tu lado, ese día en el salón para que fueras tomando confianza.
¿No te metas en mi vida?
Del Colegio recibía muy seguido notas: No hace caso, es indisciplinado, pelea con los demás, no quiere hacer sus tareas, se la pasa en los sanitarios, rayo la libreta de su compañerito, se lastimo un pie, se rompió una mano… Fuiste creciendo hijo, y contigo fueron creciendo las aventuras, al grado que un día tuve que suplicar al Director que no te expulsara. ¿Te acuerdas?
¿No te metas en mi vida?
Seguiste creciendo querías ir muy aprisa, te urgía conocer todos los lugares de diversión de la ciudad. Apenas tenias 14 y ya querías ir a todas las fiestas de tus amigos que cumplían 15. Ya no querías que te lleváramos a tus reuniones, nos pedias que una calle antes te dejáramos y pasáramos por ti una calle después. No querías llegar temprano a casa, te molestabas si te marcábamos reglas. No podíamos hacer comentarios acerca de tus amigos sin que te volvieras contra nosotros. Como si los conocieras a ellos de toda la vida y nosotros fuéramos unos desconocidos para ti. Préstame el auto me decías y yo me sentía el peor padre del mundo por no hacerlo.
¿No te metas en mi vida?
Cada vez sé menos de ti por ti mismo, y lo que sé mas por lo que oigo de los demás ya casi no te gusta platicar conmigo, dices que nada más te estoy regañando, y todo lo que yo hago está mal. Mamá se la pasa en vela y no me deja dormir a mí diciéndome: que no has llegado y que es de madrugada; solo me buscas cuando hay que pagar algo o necesitas dinero para la escuela o para salir, o peor aun te busco yo cuando tengo que llamarte la atención.
¿No te metas en mi vida?
Hoy me han llamado y me han dicho: Se ofrecerá una misa de acción de gracias para todos ustedes con ocasión de que su hijo han concluido sus estudios de preparatoria. Tú, me avisaste con desinterés, como si no te importara que yo existiera. Sin embargo para mi ha sido una gran noticia que me hace sentir muy feliz. ¿Como me lo iba a perder? Y aquí estoy
Hijo, ¡Yo no me meto en tu vida, tú te has metido en la mía!, y te aseguro, que desde el primer día, hasta hoy, SOY EL HOMBRE MAS FELIZ.
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Voz: Mariano Osorio

14.7.11

Ocho pasos para ser un completo desgraciado




1. Juzga siempre a los demás:

Juzgar a los demás es la mejor manera de ser un infeliz. Cuando estés aburrido, busca alguien a quien juzgar, y se lo haces saber. Juzgar a los demás es la mejor manera de aumentar nuestros sentimientos negativos. Lo mejor es juzgar a los demás de la manera más dura posible para así regodearnos en el daño que hacemos.

2. Quéjate de todo:
Quéjate siempre, hasta de las cosas más pequeñas y sin importancia. Si alguna vez te sientes bien contigo mismo es que ese día no te has quejado lo suficiente. Esta costumbre hace que te hierva la sangre y nos hace estar pendientes de las cosas negativas que nos rodean. Lo ideal es quejarte después de haber juzgado a una persona que tienes cerca, así matas dos pájaros de un tiro. Si comienzas una serie de quejas cuando estás ante una persona positiva, igual consigues que también se ponga a quejarse… eso te proporcionará una semana extra de infelicidad.

3. Busca cosas que estén mal y cuéntaselo a todo el mundo:
Esta es una meta importante para ti cuando estés trabajando tu actitud negativa. Encontrarle pegas y faltas a todo es un buen ejercicio. Tienes muchas cosas delante tuya: los malos conductores, las carreteras, la economía, tu familia, tu jefe, tu trabajo, la comida, los políticos, tus vecinos… piensa que así siempre cuando alguien te cuente una pena le puedes decir “Eso no es nada comparado con lo que me ha pasado a mí” o “si te hace sentir mejor, mi día ha sido mucho peor que el tuyo”.

4. Sal con otras personas infelices:
Juntarte con otras personas desgraciadas acelerará tu proceso. Si estás con gente que ya tiene las ocho cualidades de este método, puedes copiar sus maneras. Estas personas, que ya han conseguido odiar la vida, tienen la cualidad de drenar cualquier ápice de felicidad que quede en ti.

5. Repítete lo estúpido que eres cuando te equivocas:
Este ejercicio es estupendo, habla contigo mismo para recordarte lo tonto que eres, mejor si lo haces en voz alta, cuanto más descriptivo seas con los adjetivos mejor: estúpido, idiota, perezoso, tonto, odioso, gordo, feo, inútil… son solo algunas sugerencias.

6. Crítica:
Debes criticar todo aquello que se te ponga por delante, todo, y si hay alguien cerca tuya, no pierdas la oportunidad de contárselo y si puedes, critícale a él también, te odiará por eso, con lo cual comprobarás que ese día serás más infeliz todavía.

7. Asume que lo peor está por pasar:
Hazte la idea de que nada en esta vida te funciona. Todo lo malo siempre te pasa a ti. Todo el mundo te odia. Nada te sale bien. No tienes suerte nunca… y no te olvides de contárselo a todo el mundo.

8. Elimina de tu vocabulario la palabra perdonar:
Mantén siempre el rencor, el odio, el desprecio. No perdones nunca a tus enemigos. El perdón es la puerta a la felicidad, así que rehúyelo, ya que perdonar te proporciona una libertad instantánea y eso es lo último que buscas. Cuéntale a todos lo que te hicieron y el motivo que tienes para no perdonar.

Nota: para aquellas personas que estén interesadas en ser felices, el primer paso es hacer justo lo contario de lo que indica este artículo.

6.7.11

El Amor es Ciego y la Locura Siempre lo Acompaña




Cuentan que una vez, se reunieron todos los sentimientos y cualidades del hombre.
Cuando el aburrimiento había bostezado por tercera vez, la locura les propuso: oigan vamos,
a jugar a las escondidas.

La intriga levantó la ceja y la curiosidad, sin poder mantenerse preguntó ¿escondidas? el entusiasmo danzó, seguido de la euforia, la alegría dio tantos saltos que terminó por convencer a la duda y a la apatía, que nunca se interesaban por nada.

1,2,3.. comenzó a contar la locura, la primera en esconderse fue la pereza, que como siempre cayó detrás de la primera piedra del camino, la fe subió al cielo y la envidia se escondió detrás de la sombra del triunfo, que por propio esfuerzo había conseguido llegar a la copa más alta del árbol.

La generosidad casi no logra esconderse, porque cada lugar que encontraba le parecía bueno, para alguno de sus amigos, si era un lago cristalino, ideal para la belleza, si era la copa
del árbol perfecta para la timidez, si era una ráfaga de viento, magnífica para la libertad.

Así es que terminó escondiéndose en un rayo de sol, el egoísmo un lugar bueno desde el principio, ventilado cómodo pero solo para él, la mentira se escondió detrás del arco
iris y la pasión y el deseo en el centro de los volcanes.

Cuando la locura terminaba de contar el amor todavía no había encontrado lugar para esconderse, pues todos estaban ya ocupados, hasta que encontró un rosal y cariñosamente decidió esconderse entre sus flores, concluyó la locura y comenzó la búsqueda, la primera en aparecer fue la pereza apenas a tres pasos de una piedra.

Sintió vibrar a la pasión y al deseo en los volcanes, en un descuido encontró a la envidia y claro pudo deducir donde estaba el triunfo, al egoísmo no tuvo que buscarlo el solo salió disparado de su escondite que era en verdad era un nido de avispas, de tanto caminar sintió sed y al aproximarse a un lago descubrió a la belleza.

La duda fue más fácil de encontrar estaba sentada sobre un cerro sin decidir donde esconderse y así iba encontrándolos a todos, al talento entre la hierba fresca a la angustia en una cueva oscura pero, el amor no aparecía por ningún lugar, la locura lo busco detrás de cada árbol, debajo de cada roca del planeta y encima de las montañas.

Cuando estaba a punto de darse por vencida, encontró un rosal y comenzó a mover sus ramas, entonces escuchó un grito doloroso, habían herido al amor en los ojos, la locura no sabía qué hacer para disculparse, lloró, rezó, imploró, pidió perdón y prometió ser su guía para siempre, es por eso que desde entonces el amor es ciego y la locura siempre lo acompaña


Voz: Mariano Osorio

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