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Flickr: Rufino Uribe |
Hay dos días en cada semana que no deben de preocuparnos,
dos días que no deben de causarnos ni tormento ni miedo.
Uno es el AYER, con sus errores e inquietudes, con sus
flaquezas y desvíos, con sus penas y tribulaciones; el ayer se marchó para
siempre y está ya fuera de nuestro alcance. Ni siquiera el poder de todo el oro
del mundo podría devolvernos el ayer.
No podemos deshacer ninguna de las cosas que ayer hicimos;
no podremos borrar ni una sola palabra que ayer dijimos. El ayer se marcho para
no volver.
El otro día que no debe de preocuparnos es el MAÑANA, con
sus posibles adversidades, dificultades y vicisitudes, con halagadoras promesas
o lúgubres decepciones; el mañana está fuera de nuestro alcance inmediato.
Mañana saldrá el sol, ya para resplandecer en un cielo nítido
o para esconderse tras densas nubes. Pero saldrá. Hasta que no salga no podemos
disponer del mañana, porque todavía el mañana esta por nacer.
Solo nos resta un día: HOY. Cualquier persona puede afrontar
las refriegas de un solo día y mantenerse en paz. Cuando agregamos las cargas
de esas dos eternidades: el ayer y el mañana, es cuando nos inquietamos.
No son las cosas de hoy las que nos vuelven locos. Lo que
nos enloquece y nos lanza al abismo, es el remordimiento o la amargura por algo
que aconteció ayer y el miedo por lo que sucederá mañana.
Por suerte podemos vivir con un solo día a la vez para
mantenernos saludables y felices. ¡Vive Hoy!
Anónimo
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